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Cercedilla 2013

El lunes pasado me fui de excursión a la sierra con algunos de los segundos de la ESO. Nos fuimos al valle de la Fuenfría, con la idea de recorrer la carretera de la República, disfrutar del paisaje del valle desde los miradores de los poetas, comer en Navarrulaque y volvernos a Parla.

Sin embargo, a Epi se le ocurrió que, puesto que todavía quedaba algo de nieve en los puntos más altos, podíamos intentar llegar hasta el puerto para que los chavales pudieran disfrutarlo, así que cambiamos los planes y echamos a andar, divididos en dos grupos. Yo tuve la «suerte» de no tener que elegir grupo, ya que de los dos segundos que doy, solo uno estaba allí ya que el otro no había llegado al mínimo de participantes y se había caído, así que me fui con mis alumnos.

Como siempre pasa en estas excursiones de senderismo, los chavales TIENEN que quejarse. Si no, no sería una verdadera excursión. Y, aunque nuestro grupo, en lugar de subir directamente por la calzada romana, nos desviamos por el sendero naranja por el que habíamos previsto subir hacia los miradores, fue por un camino más cómodo, las quejas fueron inevitables. Por supuesto, las que más se quejaban eran también las que más fotos se sacaban…

Cuando subimos hasta la carretera de la República, en lugar de torcer hacia la derecha, tomamos la izquierda hasta llegar al mirador de la reina, donde Isabel II («sí, profe, la del Canal») observaba los trabajos de repoblación forestal del valle. ¿Por qué a los reyes les gustará tanto ver montañas?

Llegamos rápidamente hasta el puerto, donde había toros. Bueno, no estaba muy claro que fueran machos, pero por los cuernos tan grandes, evidentemente tenían que ser cuernos. No había prácticamente nada de nieve, Epi nos había engañado o le habían engañado a él.

Teníamos previsto comer en el puerto, pero Epi pensó que podía ser una buena idea subir hasta el Montón de Trigo, así que Álvaro y yo nos fuimos con él y dos tercios de los chavales, mientras que Montse y Sandoya se quedaban en el puerto con el resto.

6 niñas decidieron quedarse en cuanto empezamos a subir, mejor así porque la subida, sin ser terrible, es larga y sostenida y se hace dura, sobre todo teniendo en cuenta que casi ningún chaval llevaba material adecuado. Afortunadamente, hacía buen tiempo, no había ningún problema e incluso cuando llegamos a los puntos más duros de la subida, una caritativa nube nos evitó la solana.

La subida es bastante recta,  fuera de invierno no hay mucho problema de perderse porque el Montón de Trigo es en sí mismo un hito que no se pierde nunca de vista. Solamente me di cuenta ya cuando bajamos de que no es necesario subir al Cerro Minguete, sino que se puede rodear por el norte, la derecha según se sube hacia el Montón de Trigo. Sin embargo, ya puestos a que los niños hagan montaña, dos cimas mejor que una, ¿no?

La subida se puede hacer dura con calor, pero tuvimos bastante suerte con eso. El tramo final, a diferencia del resto de la caminata, es bastante técnico, lo malo de ir cerrando grupo es que no puedes evitar que los chavales se equivoquen tomando «atajos» que, en este caso, llevó a varias niñas con vértigo a tener que hacer un par de pasos complicados.

Esta vez me llamó la atención que algunos de los chavales garrulillos que inevitablemente hay en estas excursiones, en lugar de dedicarse a triscar como los wanabes de Sergio y compañía, estuvieron bastante pendientes de ayudar a las niñas. Sería por hormonismo, pero las niñas lo agradecieron igual.

Para mí fue una auténtica satisfacción ver cómo algunas de las personas (no solo niñas) que más habían sufrido en la subida eran capaces de levantar la cabeza entre mordisco y mordisco al bocadillo en la cumbre para disfrutar del paisaje. Algunos de ellos, creo, entendieron que parte de lo que pretendíamos con la excursión es que se den cuenta de que valen más de lo que creen y que pueden hacer más de lo que piensan. Alguna de ellas, a media bajada del pico, se dio la vuelta y sacó una foto para enseñársela a su madre por si no la creía.

La vuelta fue mucho más tranquila que la vuelta, e incluso cogimos un accidente menos que los dos de la ida, aunque el atasco fue más largo todavía. Llegamos más de una hora tarde, pero muy contentos.

Lástima que haya gente que se dice educadora que no entienda las bondades de este tipo de excursión. No hemos ido a un museo, no hemos ido a un teatro, pero creo que los chavales han aprendido bastante.

Proyecto borradores

Dentro de mi cambiante trato al blog, últimamente estoy volviendo a darle tralla. No solo con traducciones y poemas, sino incluso relatando apasionantes experiencias cotidianas y esas gilipuerteces. Como sé que la inspiración es una puta que se va sin avisar, lo que voy a intentar, ya veremos si lo consigo, es ir sacando adelante alguno de los borradores que llevan meses e incluso años durmiendo el sueño de los justos en las tripas de este WordPress. Que releyendo alguno, ya no sé ni a qué aspiraba cuando empecé a escribirlo y así, por lo menos, puedo ir haciendo limpieza.

No tengo el día

Entro el en penúltimo vagón en Sol y me sorprende que un chaval (bueno parece casi de mi edad, de chaval ya poco) aparta de un empujón a una señora para cazar un asiento libre. Se sienta y abre un libro que lee con gran concentración.

La señora y su acompañante hacen lo que se suele hacer en estos casos, que es rezongar y refunfuñar. La sorpresa me ha dejado paralizado hasta que llegamos a Gran Vía, donde se baja la chica que iba sentada en el asiento de al lado. Eso, unido al hecho de que nadie en el vagón se atreve a sentarse ahí, me deja ángulo para comprobar que el tío ha tenido la puntería de sentarse en uno de los asientos reservados. Y me toca los cojones, así que decido decírselo: «Mira, perdona, pero estás sentado en un asiento reservado, así que levántate y deja a los señores que se sienten». Primero intenta no hacerme caso, pero parece que las miradas que le están echando deben de quemarle, así que se gira y, pobrecito, resulta que no va a levantarse porque «no tiene el día» para hacerlo.

Se me ocurren dos opciones, simplemente insistirle o insinuarle que a lo peor yo tampoco tengo el día para no partirle la cara. Tampoco estoy tan macarra, así que simplemente me siento en el asiento que estaba vacío y le miro. Mientras, tanto hemos llegado a Tribunal.

Y al llegar a Bilbao, la siguiente estación, el interfecto se baja. No alcancé a ver si era realmente su estación o si no supo aguantar la presión de una docena de personas mirándole con desaprobación (el único que pasó de las miradas a las palabras fui yo). Si no era su estación, qué huevos más gordos tuvo el tío, pero si realmente lo era, como me temo, ¿qué le pasa a la gente? ¿Para tres estaciones de mierda merece la pena, por muy mal día que tengas, pasar por encima (literalmente) de una señora y soportar que te eche la bronca un desconocido?

Nadie más del vagón se animó a decirle algo. Y, ahora caigo, los señores mayores tampoco me agradecieron la intervención. Qué mal final de tarde.

Ida y venida

Sobre Madrid, 12/5/13

Tranquila exaltación que te llena
de todo lo que he querido darte.
Péndulo irregular en tu espacio
que sigue un vibrante ritmo anónimo.
Duda segura que me alcanza
cada vez que te alcanzo y que me alcanzas.
Ser en ti, tú que me acoges,
yo que te invado, tú que me enervas.
La pulsación aumenta, inunda nuestros oídos
de un rumor rosado, de primitivo susurro.
El aire se esconde para burlarse
de nuestros pechos a la vez huecos y exaltados.
Sin darnos cuenta, la sábana huye
combinando vergüenza y pavor atávico
porque sabe que ya está aquí, que viene,
que llega para fundirnos la explosión muda
que anhelamos jadeantes,
que tememos pues nos separa.
Y ya pasó el momento divino
en que dejamos de ser dos para ser yo.

Gotye – Somebody That I Used To Know

Lo admito: hay veces que escucho canciones de radiofórmula comercial y me gustan. No me considero precisamente un sibarita de la música, aunque tengo mis preferencias claras.

Y estos últimos tiempos he escuchado —no más de tres o cuatro veces— una canción que me llamaba la atención por la tristeza que se desprendía de melodía. Finalmente pude oírla desde la tele de un bar y descubrí el grupo (¿Gotye? ¿Quiénes son esos?) y el título.

Y me gustó comprobar que la tristeza de la música iba en consonancia con la letra de la canción. Muchas veces, una canción no es más que el desarrollo de una idea, y la idea de esta canción es simple y a la vez muy triste: cómo es posible que alguien que ha sido importante en tu vida se convierta simplemente en «alguien que conocí».

¿Es eterno el amor? Alguna vez se lo planteo a mis alumnos y no me dan casi nunca la misma respuesta. A pesar de lo que algunos (enlace al DK) digan, no creo que el amor romántico sea una construcción moderna. Y me veo reflejado en los dos lados de la canción.

 

Ahora y entonces pienso en cuando estábamos juntos
como cuando dijiste que eras tan feliz que podrías morir.
Me dije que eras el adecuado para mí.
Pero me sentía tan solo en tu compañía.
Pero era amor y es un dolor que aún recuerdo.
Puedes hacerte adicto a cierta clase de tristeza
como resignación al final, siempre el final.
Así que cuando descubrimos que no teníamos sentido,
bien, tú dijiste que podríamos seguir siendo amigos
Pero admitiré que me alivió que se acabara.
Pero no tienes que eliminarme,
hacer como si nunca pasó y que nunca fuimos nada.
Ni siquiera necesito tu amor pero me tratas como a un extraño
y eso es tan duro para mí…

No no tenías que caer tan bajo,
mandar a tus amigos a por tus discos
y después cambiar tu número.
Supongo que tampoco necesito eso,
ahora eres sólo alguien que conocí,
ahora eres sólo alguien que conocí,
ahora eres sólo alguien que conocí.

Ahora y entonces pienso en todas las veces que me fastidiaste
pero me hiciste creer que siempre era algo que había hecho yo.
Pero no quiero vivir de esa manera,
leyendo en cada palabra que dices.
Dijiste que podrías dejarlo marchar
y no te pillaría colgada de alguien que conociste.

Pero no tenías que eliminarme,
hacer como si nunca pasó y que nunca fuimos nada.
Ni siquiera necesito tu amor pero me tratas como a un extraño
y eso es tan duro para mí…

No no tenías que caer tan bajo,
mandar a tus amigos a por tus discos
y después cambiar tu número.
Supongo que tampoco necesito eso,
ahora eres sólo alguien que conocí,
ahora eres sólo alguien que conocí,
ahora eres sólo alguien que conocí.

Banda sonora: evidentemente

#QEJAT

Ayer vi por fin el musical Quiero estar junto a ti. Llegué tarde y, por supuesto, Charfo no pudo resistir la tentación de enmarronarme, para no perder la costumbre de otros años. Acabé con Félix, Nieves y Elisa en el gallinero junto a Sanvi, Sara, Javi Moralo, Arancha, Pedro Alfonso, Ana…

Me hizo ilusión volver a estar por el teatro y olfatear los nervios y la tensión en el aire. Además, desde el gallinero se ve todo de otra manera.

Después de que Charfo hiciera la presentación, empezó lo importante. Me pareció que al principio los actores estaban nerviosos y a algunos cantantes les costaba entonar, pero rápidamente se venían arriba. Por lo que hablamos durante el descanso, quizás lo bien que había salido el domingo les hizo confiarse. Pero el público estaba receptivo y todo iba saliendo bien. Las morcillas que metió (creo que) Ramón en el texto, aunque un poco evidentes, no desentonaban y alguna estaba bastante lograda.

La historia es bastante convencional, como la mayoría de musicales españoles y muy sentimental. La mayoría de canciones están bien introducidas en el argumento. Por ejemplo, me pareció acertado que desapareciera «Laika». Me encanta la canción pero en el musical original estaba metida con calzador. Mejor fuera.

La historia se iba desarrollando sin muchas sorpresas en un escenario cuyos decorados eran sencillos y a la vez adecuados. El 33 ocupa ya un lugar en mis bares favoritos.

Pero lo grande llegó con el segundo acto. Las gargantas ya estaban calientes y el público y el reparto se vinieron arriba. Hubo momentos que me parecieron mágicos, como el baile con las escobas marcando el ritmo y jugando con luces en «El 7 de septiembre». El nivel, que ya había sido alto en el primer acto, se disparó.

Confieso que, cuando fui a ver el musical original en la Gran Vía, me gustó sin más. Sin embargo, ayer los músicos, cantantes, bailarines… me llegaron a emocionar y tuve que enjugarme a hurtadillas alguna lagrimilla. Ningún musical de La Balsa lo había conseguido, así que no me queda otra que felicitar a tooooodo el mundo que ha colaborado para conseguirlo.

Así que, simplemente, gracias y enhorabuena.

(Lo único realmente malo que se puede decir del musical es que no tenían camisetas para mí. Me habría comprado un par y me sorprendió que no se vaya a hacer más, estaban muy chulas)

Banda sonora: El 7 de septiembre

Es difícil decantarse por una canción, pero por lo impresionante del número, ahí va.

Machismo, machismo everywhere


Y quien lo haya hecho tiene los santos cojones de suponer que los inconvenientes son para el novio y no para ella.

Una piedra

Érase una vez una piedra. Una simple piedra caliza. CaCO3, como dirían los químicos. Y sin embargo…

Sin embargo, esa piedra vivió muchas vidas. Apareció en un campo en lo que hoy es Jordania, en una cantera hace más de 2000 años. Su primera vida fue probablemente la más constructiva. Un cantero aplicó todo su saber para, usando simplemente una cuña de madera, un mazo y agua, extraerla de la tierra que la encerraba.

De esa piedra salieron varios fragmentos. Cuando la subieron a un carro tirado por dos bueyes uncidos, el fragmento más pequeño cayó al lado del camino. Una vez, varios siglos después, un hombre caminaba despistado por ese mismo camino y le distrajo el vuelo de un pájaro. Pisó mal y derrapó por la cuneta, donde tropezó con la piedra y se machacó el tobillo por ir despistado. También, unos años después, el dueño del campo que había a la vera del camino se puso a sembrar a voleo y un joven que pasaba por el camino se fijó en unas semillas que cayeron en la cuneta y se le ocurrió una historia edificante. Años después, convertido en un rabino heterodoxo, se la contó a sus pocos seguidores.

Otro fragmento, probablemente el más brillante y con vetas más sutiles, acabó en el taller de un escultor al que habían encargado algunos de los frisos que debían decorar un templo en la capital del reino vecino. Con el fragmento de la piedra consiguió su obra maestra, un canto al poder, la majestad y la belleza de una divinidad extranjera en la que no creía.

Un fragmento más pequeño, del tamaño de un huevo de gallina, fue recogido por un joven pastor al que le gustó su color. Se la guardó en el bolsillo y la conservó durante varios meses hasta que una broma pesada de su familia le llevó a enfrentarse en combate singular con un enorme guerrero extranjero. El joven pastor, llevado por el pánico, incumplió las normas del duelo singular y, cuando su rival aprestaba la espada, sacó su honda y la piedra y la arrojó con tanta suerte que atravesó el ojo del soldado, que cayó herido de muerte.

Otra pieza estuvo a punto de llegar también hasta el impresionante templo, pero el escultor detectó una grieta casi imperceptible y la desechó. Sin embargo, un arquitecto que trabajaba con él decidió utilizarla como piedra angular de su propia residencia, construida toda en caliza.

Pocos años después, el campesino que sembraba se puso a arar su terreno. Como es sabido, las piedras en los campos de cultivo se mueven para que los agricultores no se acomoden, y el fragmento que había chocado con el tobillo del hombre distraído acabó justo en el centro del campo. Allí  se la encontró la hoja del arado, que no pudo resistir el choque y se quebró. El labrador, furioso, la arrojó contra el buey que tiraba del arado. El castrado animal simplemente parpadeó y miró con ojos acusadores a su dueño. ¿Qué culpa tenía él?

Esa mirada avergonzó al hombre, que desenterró el fragmento y se sentó en él mientras pensaba qué podría hacer con ella. Después de mucho pensar, no llegó a ninguna conclusión, y la tiró de vuelta al camino. Seguramente debía de compartir la grieta con su pariente, porque el golpe la destrozó en innumerables trozos que fueron esparcidos por el viento, la lluvia y  las patadas de los caminantes.

Varios de esos trozos acabó cerca de la aldea del rabino. Un día, una mujer fue acusada de un delito nefando y muchos de esos fragmentos acabaron en las manos de una turba que pretendía cumplir las leyes de su pueblo lapidándola hasta la muerte. Nadie se dio cuenta pero fue curioso que el rabino cogió la última de las piedras calizas y se puso a escribir en el suelo. Los hombres, exaltados, le preguntaron algo y tuvieron que insistir porque parecía que la cuestión no le interesaba. Sin embargo, cuando se dignó responder, lo que sea que dijo consiguió que aquellos hombres se decidieran a incumplir sus leyes. Y el rabino se limitó a seguir escribiendo en la arena.

La piedra primera se había convertido, con el tiempo en muchas piedras de todas las clases. Después de millones de años, las leyes de la casualidad hicieron que muchos de esos fragmentos se reunieran. Y, ¿sabes qué se dijeron?

Por supuesto, no dijeron nada. Eran piedras. Y, sin embargo, sin ser nada más que piedra, fueron necesaria para tantas cosas…

Tanto buenas como malas.

Supongo que se puede extraer una enseñanza, pero «debes ser como una piedra» nunca me parecerá un buen consejo, así que no lo haré.

 

(Inspirado por una foto de Facebook)

Amor vincit omnia. O no

Pero buscando poemas para mis alumnos encontré en una de esas antologías beneméritas de Planeta este soneto:

Todo lo vence amor, todo lo espera,
igual es con la muerte en poderío,
divino ardor que no lo anega el río
de la tribulación y angustia fiera.

Sólo el amor no acaba su carrera
con las cenizas del cadáver frío;
en gloria sigue el abrasado estío,
que en cuerpo fue suave primavera.

De amor se paga Dios, y quien le ama
consume en este fuego sus pecados,
puro se entrega como el oro puro.

Que aquella sacra y penetrante llama,
los nudos dulcemente dados,
de esperanza y de fe levanta un muro.

Y, qué demoños, me ha gustado.

Definición

[Amar es] sentir que el sujeto te da ganas de quererte a ti mismo, no sólo a él.

Barbijaputa, en su blog (que desconocía)

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