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#QEJAT

Ayer vi por fin el musical Quiero estar junto a ti. Llegué tarde y, por supuesto, Charfo no pudo resistir la tentación de enmarronarme, para no perder la costumbre de otros años. Acabé con Félix, Nieves y Elisa en el gallinero junto a Sanvi, Sara, Javi Moralo, Arancha, Pedro Alfonso, Ana…

Me hizo ilusión volver a estar por el teatro y olfatear los nervios y la tensión en el aire. Además, desde el gallinero se ve todo de otra manera.

Después de que Charfo hiciera la presentación, empezó lo importante. Me pareció que al principio los actores estaban nerviosos y a algunos cantantes les costaba entonar, pero rápidamente se venían arriba. Por lo que hablamos durante el descanso, quizás lo bien que había salido el domingo les hizo confiarse. Pero el público estaba receptivo y todo iba saliendo bien. Las morcillas que metió (creo que) Ramón en el texto, aunque un poco evidentes, no desentonaban y alguna estaba bastante lograda.

La historia es bastante convencional, como la mayoría de musicales españoles y muy sentimental. La mayoría de canciones están bien introducidas en el argumento. Por ejemplo, me pareció acertado que desapareciera «Laika». Me encanta la canción pero en el musical original estaba metida con calzador. Mejor fuera.

La historia se iba desarrollando sin muchas sorpresas en un escenario cuyos decorados eran sencillos y a la vez adecuados. El 33 ocupa ya un lugar en mis bares favoritos.

Pero lo grande llegó con el segundo acto. Las gargantas ya estaban calientes y el público y el reparto se vinieron arriba. Hubo momentos que me parecieron mágicos, como el baile con las escobas marcando el ritmo y jugando con luces en «El 7 de septiembre». El nivel, que ya había sido alto en el primer acto, se disparó.

Confieso que, cuando fui a ver el musical original en la Gran Vía, me gustó sin más. Sin embargo, ayer los músicos, cantantes, bailarines… me llegaron a emocionar y tuve que enjugarme a hurtadillas alguna lagrimilla. Ningún musical de La Balsa lo había conseguido, así que no me queda otra que felicitar a tooooodo el mundo que ha colaborado para conseguirlo.

Así que, simplemente, gracias y enhorabuena.

(Lo único realmente malo que se puede decir del musical es que no tenían camisetas para mí. Me habría comprado un par y me sorprendió que no se vaya a hacer más, estaban muy chulas)

Banda sonora: El 7 de septiembre

Es difícil decantarse por una canción, pero por lo impresionante del número, ahí va.

Machismo, machismo everywhere


Y quien lo haya hecho tiene los santos cojones de suponer que los inconvenientes son para el novio y no para ella.

Una piedra

Érase una vez una piedra. Una simple piedra caliza. CaCO3, como dirían los químicos. Y sin embargo…

Sin embargo, esa piedra vivió muchas vidas. Apareció en un campo en lo que hoy es Jordania, en una cantera hace más de 2000 años. Su primera vida fue probablemente la más constructiva. Un cantero aplicó todo su saber para, usando simplemente una cuña de madera, un mazo y agua, extraerla de la tierra que la encerraba.

De esa piedra salieron varios fragmentos. Cuando la subieron a un carro tirado por dos bueyes uncidos, el fragmento más pequeño cayó al lado del camino. Una vez, varios siglos después, un hombre caminaba despistado por ese mismo camino y le distrajo el vuelo de un pájaro. Pisó mal y derrapó por la cuneta, donde tropezó con la piedra y se machacó el tobillo por ir despistado. También, unos años después, el dueño del campo que había a la vera del camino se puso a sembrar a voleo y un joven que pasaba por el camino se fijó en unas semillas que cayeron en la cuneta y se le ocurrió una historia edificante. Años después, convertido en un rabino heterodoxo, se la contó a sus pocos seguidores.

Otro fragmento, probablemente el más brillante y con vetas más sutiles, acabó en el taller de un escultor al que habían encargado algunos de los frisos que debían decorar un templo en la capital del reino vecino. Con el fragmento de la piedra consiguió su obra maestra, un canto al poder, la majestad y la belleza de una divinidad extranjera en la que no creía.

Un fragmento más pequeño, del tamaño de un huevo de gallina, fue recogido por un joven pastor al que le gustó su color. Se la guardó en el bolsillo y la conservó durante varios meses hasta que una broma pesada de su familia le llevó a enfrentarse en combate singular con un enorme guerrero extranjero. El joven pastor, llevado por el pánico, incumplió las normas del duelo singular y, cuando su rival aprestaba la espada, sacó su honda y la piedra y la arrojó con tanta suerte que atravesó el ojo del soldado, que cayó herido de muerte.

Otra pieza estuvo a punto de llegar también hasta el impresionante templo, pero el escultor detectó una grieta casi imperceptible y la desechó. Sin embargo, un arquitecto que trabajaba con él decidió utilizarla como piedra angular de su propia residencia, construida toda en caliza.

Pocos años después, el campesino que sembraba se puso a arar su terreno. Como es sabido, las piedras en los campos de cultivo se mueven para que los agricultores no se acomoden, y el fragmento que había chocado con el tobillo del hombre distraído acabó justo en el centro del campo. Allí  se la encontró la hoja del arado, que no pudo resistir el choque y se quebró. El labrador, furioso, la arrojó contra el buey que tiraba del arado. El castrado animal simplemente parpadeó y miró con ojos acusadores a su dueño. ¿Qué culpa tenía él?

Esa mirada avergonzó al hombre, que desenterró el fragmento y se sentó en él mientras pensaba qué podría hacer con ella. Después de mucho pensar, no llegó a ninguna conclusión, y la tiró de vuelta al camino. Seguramente debía de compartir la grieta con su pariente, porque el golpe la destrozó en innumerables trozos que fueron esparcidos por el viento, la lluvia y  las patadas de los caminantes.

Varios de esos trozos acabó cerca de la aldea del rabino. Un día, una mujer fue acusada de un delito nefando y muchos de esos fragmentos acabaron en las manos de una turba que pretendía cumplir las leyes de su pueblo lapidándola hasta la muerte. Nadie se dio cuenta pero fue curioso que el rabino cogió la última de las piedras calizas y se puso a escribir en el suelo. Los hombres, exaltados, le preguntaron algo y tuvieron que insistir porque parecía que la cuestión no le interesaba. Sin embargo, cuando se dignó responder, lo que sea que dijo consiguió que aquellos hombres se decidieran a incumplir sus leyes. Y el rabino se limitó a seguir escribiendo en la arena.

La piedra primera se había convertido, con el tiempo en muchas piedras de todas las clases. Después de millones de años, las leyes de la casualidad hicieron que muchos de esos fragmentos se reunieran. Y, ¿sabes qué se dijeron?

Por supuesto, no dijeron nada. Eran piedras. Y, sin embargo, sin ser nada más que piedra, fueron necesaria para tantas cosas…

Tanto buenas como malas.

Supongo que se puede extraer una enseñanza, pero «debes ser como una piedra» nunca me parecerá un buen consejo, así que no lo haré.

 

(Inspirado por una foto de Facebook)

Amor vincit omnia. O no

Pero buscando poemas para mis alumnos encontré en una de esas antologías beneméritas de Planeta este soneto:

Todo lo vence amor, todo lo espera,
igual es con la muerte en poderío,
divino ardor que no lo anega el río
de la tribulación y angustia fiera.

Sólo el amor no acaba su carrera
con las cenizas del cadáver frío;
en gloria sigue el abrasado estío,
que en cuerpo fue suave primavera.

De amor se paga Dios, y quien le ama
consume en este fuego sus pecados,
puro se entrega como el oro puro.

Que aquella sacra y penetrante llama,
los nudos dulcemente dados,
de esperanza y de fe levanta un muro.

Y, qué demoños, me ha gustado.

Definición

[Amar es] sentir que el sujeto te da ganas de quererte a ti mismo, no sólo a él.

Barbijaputa, en su blog (que desconocía)

Palabras en el silencio

A veces enciendo el ordenador
y me aparece una lista de nombres.
Algunos nombres me suenan a nada
—¿Y a qué personas se superponen?—
mientras que otros, con las mismas letras
provocan un frío que me recorre.
Un corazón cansado sigue latiendo,
una mente anciana continúa insomne,
un alma inmortal no deja de andar,
los dedos desgastados por el coste
de escribir poemas, frases falaces,
otras nuevas mentiras recomponen.
Sin ganas de escribir pero sin fuerzas
para huir del agujero sin borde
en que se ha convertido el chatear
pulso teclas al azar que no forjen
lo que pienso, sino tristes mentiras,
piadosas sin fe. Pido me perdone
cuando su mirada fiel me dirija
el Dios al que dirijo mis oraciones
por no afrontar lo que debo enfrentar
sino huir en palabras que disponen
mentiras piadosas que me preguntan:
¿piedad para ti o solo para ella?

Los 50 imprescindibles de Madrid

Hace unas semanas encontré un blog que me resultó irresistible: Secretos de Madrid. Y una de sus últimas entradas me ha animado a jugar un rato con Google Maps.

La entrada en cuestión es Los 50 imprescindibles de Madrid, y no me quedó más remedio que situarlos en un mapa. Aunque faltan un par por no tener un lugar fijo, y no estoy de acuerdo con todos (cambiaría dos o tres, tampoco más), el mapa ha quedado así:

Ver 50 imprescindibles de Madrid en un mapa más grande

Vida en pronombres

Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!

Pedro Salinas

Hace ya demasiado tiempo
juntamos dos pronombres en uno.
«Tú» y «yo», de repente,
ya no tenían sentido
si no era en «nosotros».
Y la gramática cobró sentido.

Por desgracia, lo que se junta
del mismo modo se puede separar.
Pasó el tiempo y, por desgracia,
eso nos pasó a nosotros
y dejamos de ser nosotros.
Y la gramática perdió el sentido
igual que lo perdí yo.

Yo busco lo que me falta.
Algún morfema de género
que me cambie el número.
Y tú…
Tú, no sé qué haces
ni que buscas.
Ojalá al menos lo sepas tú.

Pero, ¿puedo decirte una cosa?
Te llevaste el nosotros,
por cierto que sí,
pero todavía hoy
«ella» sigues siendo tú.

Ya me lo decían

¿Cómo es posible salir un año y medio con una persona y no llegar a conocer a sus amigas? Ya me lo decían, de tan bueno soy tonto.

Qué duro

Qué duro es acostarme a tu lado
mientras tú duermes, mi mano en tu costado.
Sentir tu calor que huele a calidez
y a sudor fresco, a brisa.
Qué duro es acostarme a tu lado
y sentir el colchón desequilibrado.
Soportar tu presencia ausente
y notar que no estás donde yo.
Saber que respiro el aire que exhalas,
que es el aire que me da vida,
y tú no inspiras mi respiración.

Algo agoniza y duele sentirlo
mientras los minutos pasan
en la pantalla del móvil.
Y quizás lo más triste es
que no si desear que se acabe,
que se acabe de una vez,
o simplemente llorar en silencio.
Mientras tú duermes ya no está
mi mano en tu costado.

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