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El cartel de las narices (y 2)

Llevaba unos días fijándome en los dos carteles de las narices (saliendo un lince, ¿debería decir «de los hocicos»?) porque había algo que no me convencía. Y hoy me di cuenta.

¡Encima de todo tiene una falta de ortografía! Los puntos suspensivos deberían ir dentro de los de interrogación y no fuera. Claro que vete tú a pedirle a un publicista que sepa de ortografía.

Relacionada: El cartel de las narices.

Los (grandes) empresarios y la hipocresía

El otro día, más de dos millones y medio de espectadores siguieron un debate en TVE en el que participaron políticos, sindicalistas y (grandes) empresarios. Estos últimos volvieron a defender la idea de que para generar empleo, lo que hay que hacer es abaratar el despido. Por un lado, he de reconocer que se me escapa la lógica de esta afirmación. ¿Qué tiene que ver lo uno con lo otro? Si una empresa tiene una carga de trabajo determinada, necesitará un número determinado de trabajadores. Supongo que hacer depender la política de contrataciones del coste de los posibles despidos es pan para hoy y hambre para mañana. Pero es que, además, no he oído a un solo (gran) empresario quejarse de los bonus millonarios que las grandes empresas otorgan a sus directivos, incluso cuando estos los han llevado a la quiebra. El caso de AIG en Estados Unidos es bastante sangrante.  Y vamos a ser sinceros: para una empresa, pagar 45 días por año trabajado a un trabajador es un coste excesivo, pero pagar millones porque sí, sin justificación de ningún tipo, a un consejero delegado es necesario para la marcha de la economía. Ah, el paréntesis del título lo uso para aclarar a quiénes me refiero, porque hay miles de empresarios en España que tampoco entienden el razonamiento de la «flexiguridad», y generalmente son los grandes quienes sí dicen entenderlo. Nos ha fastidiado.

Fidelitas, fidelitatis

Sin ser mi favorito de los autores de El Jueves, a veces Bartual me sorprende…

El cartel de las narices

Cartel de la campaña de la CEE sobre el aborto

Este es el cartel de la discordia, la campaña que ha conseguido que toda la gente hable de la Conferencia Episcopal y de su alejamiento de la realidad. No recuerdo si era Warhol quien dijo aquello de «que hablen de ti, aunque sea bien», y los obispos han conseguido que hablen mal de ellos.

Y, de verdad, que yo cada vez estoy más en contra del aborto (no de quienes abortan) porque me parece algo terrible, tanto para el feto como para la madre, pero con esta carallada lo que consiguen los obispos es que se rían de ellos y rehúsen analizar el por qué de la postura de la CEE, con la que se puede estar de acuerdo o no, pero es al menos coherente.

Pero mientras se haga demagogia barata, no podrá haber un verdadero debate.

Todo lo que se nos queda atrás

He estado releyendo el antiguo Blog del aburrido, y la verdad es que recorre mucho tiempo de mi vida, como este empieza ya a hacer. Y, como este puente estoy un poco de bajón, me he deprimido releyendo las cosas de mi vida pasada, que tanto se parecen a las de ahora.

No crecemos, sólo nos hacemos más viejos.

El tiempo pasa, aumentan los problemas…

Una letra de Celtas Cortos, uno de mis grupos favoritos. Quizás es que tengo cierto síndrome de Peter Pan, pero me siento bastante reflejado.

Cuando era niño jugaba en la calle
no me importaba ir de aquí para allá
Crecí entre amigos colegios de frailes
la vida es fácil pensaba sin más.
Pasaba el tiempo mi mente avanzaba
Eché raíces en esta ciudad
Busqué una panda de amigos pa siempre
con quién peleaba por la libertad.
No,
que siga el tiempo ya
que nos venga a sepultar
que nos entierre ya
Sin las palabras
No, pierde el tiempo.
Si pasa el tiempo sobran las palabras
y las palabras canciones traerán.
Si pasa el tiempo vendrán más problemas
y los problemas traerán soledad.

Tras algunos intentos fracasados
hallé una chica a la que puede amar
Con ella vivo aunque algunos ratos
ella me tiene que soportar.
El tiempo pasa aumentan los problemas
pero no pueden contra mi cantar
Les planto cara pero me hacen viejo
Tan de repente como canté ya.

No,
que siga el tiempo ya
que nos venga a sepultar
que nos entierre ya
Sin las palabras
No, pierde el tiempo.
Si pasa el tiempo sobran las palabras
y las palabras canciones traerán.
Si pasa el tiempo vendrán más problemas
y los problemas traerán soledad.

Una canción no resuelve problemas
pero me ayuda a poder aguantar
una canción no resuelve un engaño
pero perdona y necesita amar.
Una canción no rompe alambradas
pero une a gente e incita a gritar
una canción no resuelve el hambre
pero alimenta a veces más que el pan.

No,
que siga el tiempo ya
que nos venga a sepultar
que nos entierre ya
Sin las palabras
No, pierde el tiempo.
Si pasa el tiempo sobran las palabras
y las palabras canciones traerán.
Si pasa el tiempo vendrán más problemas
y los problemas traerán soledad.

Por el amor de [ponga su divinidad o persona favorita]

Simplemente sublime:

Hava Nagila

Es una canción que suele oírse cuando en películas y series aparecen fiestas hebreas. La letra no podría expresar mejor lo que debe suscitar la experiencia de Dios, en vez de miedo o temor.

Transliteración Hebreo Traducción
Hava nagila הבה נגילה Alegrémonos
Hava nagila הבה נגילה Alegrémonos
Hava nagila venismejá הבה נגילה ונשמחה Alegrémonos y seamos felices
(repite)
Hava neranená הבה נרננה Cantemos
Hava neranená הבה נרננה Cantemos
Hava neranená venismejá הבה נרננה ונשמחה Cantemos y seamos felices
(repite)
Uru, uru ajim! !עורו, עורו אחים ¡Despertad, despertad, hermanos!
Uru ajim belev sameaj עורו אחים בלב שמח Con un corazón feliz
(repite tres veces)
Uru ajim, uru ajim! !עורו אחים, עורו אחים ¡Despertad, hermanos, despertad, hermanos!
Belev sameaj בלב שמח Con un corazón feliz

Casi sin saber

Tirando papeles en mi habitación, aprovechando que estamos de mudanza, encontré la hoja de una vieja oración que incluía el tema Casi sin saber de Egunsentia, un grupo de música cristiana que apareció hace casi ya 20 años en San Sebastián – Donostia. Es la historia de un creyente cualquiera, como yo o como (ojalá) tú.

Entre canciones, bromas y risas,
sin darnos cuenta, llegate un día
y comenzamos a andar sin saber por qué.

Entre ilusiones y decepciones,
entre mil sueños, dudas, problemas,
tú siempre estabas haciéndonos seguir.

Eres, Señor, el canto que hoy nos une,
el fuerte viento que sin pausa empuja;
eres la brisa que apacigua nuestra alma.
no somos ya nada sin ti.

Unos marchaban y otros llegaban,
y en cada paso nos dabas vida.
Así crecimos en ti casi sin saber.
Guíanos…

Día tras día pasaron años
y en tu aventura hoy juntos marchamos
con la certeza de que siempre nos guiarás.

Arturo Pérez-Reverte vuelve a hacerlo

No sé si será verdad la anécdota, ojalá sí, pero me ha parecido uno de esos artículos en los que Pérez-Reverte se olvida de su realismo pesimista y nos hace ver la vida con cierto optimismo.

Pasaba junto a ellos cuando la profesora me reconoció. Es un escritor, les dijo a los chicos. Autor de tal y cual. Cuando pronunció el nombre del capitán Alatriste, alguno me miró con vago interés. Les sonaba, supongo, por Viggo Mortensen. Saludé, todo lo cortés que pude, e hice ademán de seguir camino. Entonces la profesora dijo que yo conocía ese barrio, y que les contase algo sobre él. Cualquier cosa que pueda interesarles, pidió.

La docencia no es mi vocación. Además, albergo serias reservas sobre el interés que un grupo de quinceañeros puede tener, a las doce de la mañana de un día de invierno frío y gris, en que un fulano con canas en la barba les cuente algo sobre el barrio de las Letras. Pero no tenía escapatoria. Así que recurrí a los viejos trucos de mi lejano oficio. Plantéatelo como una crónica de telediario, me dije. Algo que durante minuto y medio trinque a la audiencia. Una entradilla con gancho, y son tuyos. Luego te largas. «Se odiaban a muerte», empecé, viendo cómo la profesora abría mucho los ojos, horrorizada. «Eran tan españoles que no podían verse unos a otros. Se envidiaban los éxitos, la fama y el dinero. Se despreciaban y zaherían cuanto les era posible. Se escribían versos mordaces, insultándose. Hasta se denunciaban entre sí. Eran unos hijos de la grandísima puta, casi todos. Pero eran unos genios inmensos, inteligentes. Los más grandes. Ellos forjaron la lengua magnífica en la que hablamos ahora.»

El resto, en El Semanal XL.

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