Cama de aguas
cuando Dios
se acuerda de esta tierra.
Como repicar de campanitas,
caen las gotitas
de lluvia del brazo del viento
y hace sitio para todos.
Camino a la mar,
que es el morir,
tiempo tienes para hacer
de Fidias cuando él no puede.
Ramplón instrumento tenéis,
mas competís como grandes.
Ramblas.
Poema que se entronca en una mezcla de tradiciones como es lógico que suceda en un autor oriundo de una ex-colonia como es Juan Tomás Ávila. La tradición clásica hispánica, señaladamente los versos 8 y 9, se une con la naturaleza africana (esas ramblas designadas con una palabra de origen hispanoárabe) y con la cultura clásica personificada en el gran escultor Fidias.
La mezcla de temas nos acerca al posmodernismo propio del siglo XX, quizás relacionado con las vanguardias poéticas de los años 70, no es descabellado pensar en los novísimos. La referencia religiosa de los versos 2 y 3 se mezcla con los diminutivos posteriores provocando un efecto de contraste.
La visión de esas ramblas, de esos modestos cursos de agua que, sin embargo, son capaces de esculpir el terreno cuando la temporada de lluvias los replena, nos hace ir de lo más humilde, «ramplón», a lo más elevado, a la divinidad. El poeta se dirige a las propias ramblas, dialoga con ellas para expresar su mezcla de sentimientos: desdén y admiración.
Una interpretación política (justificada por la huelga de hambre que el autor acaba de iniciar en protesta por la visita del presidente del Congreso, José Bono, al dictador ecuatoguineano Teodoro Obiang) sería que los humildes, aunque ramplones, son capaces de competir como grandes.
No debemos olvidar que Guinea Ecuatorial sufre una de las dictaduras más terribles de toda África, que ya es decir, y que sus reservas de petróleo están sirviendo para enriquecer a Obiang y su camarilla, mientras el pueblo sigue sufriendo grandes penurias y, de rebote, la indiferencia cuando no el desprecio de la antigua metrópoli. Que somos nosotros.
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