Acabo de leer en su blog que mis amigos del Baratillo Joven han organizado un recital en la prisión de Sevilla. Y me dan envidia.
Evidentemente, es ingenuo pensar que la poesía —por sí sola— va a cambiar el mundo, o que va a reinsertar a delincuentes condenados. Pero, por otro lado, ¡es tan bonito pensarlo…!
Y el Baratillo me da envidia también (a pesar de todos los problemas que puedan tener) porque son gente que no se avergüenza de lo que escriben, no como yo, que todavía tengo pendiente acabar las gestiones del libro.
Y luego me pongo a pensar, y miro el mapa, y veo que el penal de Navalcarnero está al lado de mi instituto… y dejo de pensar.
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