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Ernesto Sábato a los jóvenes

Te hablo a ti, y a través de ti a los chicos que me escriben o me paran por la calle, también a los que me miran desde otras mesas en algún café, que intentan acercarse a mí y no se atreven. No quiero morirme sin deciros estas palabras.

Tengo fe en vosotros. Os he escrito hechos muy duros, durante largo tiempo no sabía si volver a hablar de lo está pasando en el mundo. El peligro en que nos encontramos todos los hombres, ricos y pobres.

No podemos hundirnos en la depresión, porque es de alguna manera, un lujo que no pueden darse los padres de los chiquitos que se mueren de hambre. Y no es posible que nos encerremos cada vez con más seguridades en nuestros hogares. Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra las que están en peligro.

Sí, muchachos, la vida del mundo hay que tomarla como la tarea propia y salir a defenderla. Es nuestra misión. No cabe pensar que los gobiernos se van a ocupar. Los gobiernos han olvidado que su fin es promover el bien común. La solidaridad adquiere entonces un lugar decisivo en este mundo acéfalo que excluye a los diferentes. Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia.

Son muchos los motivos, me dirás, podrías decirme, para descreer de todo. Los jóvenes como tú, herederos de un abismo, deambulan exiliados en una tierra que no os otorga cobijo. En este desguarnecimiento existencial y metafísico, sufren huérfanos de cielo y de techo. Comprendo tu congoja, el desconcierto de pertenecer a un tiempo en que se han derrumbado los muros, pero donde aún no se vislumbran nuevos horizontes. Falsas luminarias pretenden cautivar tu voluntad desde las pantallas. Debes de pensar que no hay un cambio posible cuando el valor de la existencia es menor que el precio de un aviso publicitario. El escepticismo se ha agravado por la creciente resignación con que asumimos la magnitud del desastre. La banalidad con que se degradan los sentimientos más nobles, degenerando al hombre en una patética caricatura, en un ser irreconocible en su humanidad.

Por eso te hablo, con el deseo de generar en ti no sólo la provocación sino también el convencimiento. Muchos cuestionan mi fe en los jóvenes, porque los consideran destructivos o apáticos. Es natural que en medio de la catástrofe haya quienes intenten evadirse entregándose vertiginosamente al consumo de drogas. Un problema que los imbéciles pretenden que sea una cuestión policial, cuando es el resultado de la profunda crisis espiritual de nuestro tiempo.
Yo reafirmo a diario mi confianza en los jóvenes. Son muchos los que en medio de la tempestad continúan luchando, ofreciendo su tiempo y hasta su propia vida por el otro. En las calles, en las cárceles, en los poblados chabolistas, en los hospitales. Mostrándonos que, en estos tiempos de triunfalismos falsos, la verdadera resistencia es la que combate por valores que se consideran perdidos.

Durante mi viaje a Albania, conocí a un muchacho llamado Walter, que había dejado su casa en la provincia de Tucumán, para ir a cuidar enfermos junto a la congregación de Teresa de Calcuta. Con cuánta emoción lo recuerdo. Siempre que veo las terribles noticias que nos llegan desde aquel entrañable país, me pregunto dónde estará, si acaso leerá estas palabras de reconocimiento a su noble heroísmo.

Os propongo entonces, con la gravedad de las palabras finales de la vida, que nos abracemos en un compromiso: salgamos a los espacios abiertos, arriesguémonos por el otro, esperemos, con quien extiende sus brazos, que una nueva ola de la historia nos levante.

Pensad siempre en la nobleza de estos hombres que redimen a la humanidad. A través de su muerte nos entregan el valor supremo de la vida, mostrándonos que el obstáculo no impide la historia, nos recuerdan que el hombre sólo cabe en la utopía. Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido.

Visto en Patio Salesiano

Los jóvenes como tú, herederos de un abismo, deambulan exiliados en una tierra que no os otorga cobijo. Aunque algunos lo seguimos intentando. A contracorriente, porque solo las cosas difíciles merecen la pena.

Modas en la universidad

Me ha llegado a través de Facebook la oferta de cursos de verano de la Universidad Complutense. No están mal y, por lo que he oído, además de ser interesantes permiten una agitada vida social.

Pero he leído el nombre de uno de los cursos y me he cabreado: Escrito en el tablet: literaturas en la frontera. Porque me da que la gente que organiza estas cosas no tiene mucha idea de qué es una tableta. Primero, porque una vez que ha pasado la fiebre del iPad, nadie habla de tabletas, tablets o similares. Así que seguramente el nombre del curso se deba a una moda, algo que no debería tener cabida en una universidad.

Y segundo, porque un tablet no es para escribir. Un tablet es para ver, quizás para leer. Es decir, para consumir contenidos. No para crearlos. Nadie que tenga dos dedos de frente pretendería escribir nada serio en un tablet. Porque no se puede, es un coñazo. Por lo menos, mientras el reconocimiento de voz siga siendo una mierd[censurado] tan grande. ¿Alguien ha leído alguna vez algo más largo que una entrada de blog «escrito en un tablet»? Yo no.

El título original de esta entrada era «Universidad, cultura, conocimiento», porque (aparte de que la web de los susodichos cursos sea tirando a muy cutre) la sensación que me ha dado es de que hasta en la universidad se está rebajando el nivel. Y no me gusta, no me gusta nada.

(claro, al final la culpa siempre es de los profesores…)

Prueba de concepto

Esta es una prueba para ver cómo se insertan documentos de Issuu.

El relato de Ximena:

Y en Scribd, para descargar:

Andén del tren

Y la presentación de Junior Achievement:

The Cardigans – Erase/Rewind

Tengo decenas de entradas en borrador, desde hace años. Esta es de hace más de un año, todavía estaba viviendo en Robledo con Asher.

Me dejó unos cuantos cedés para culturizarme (era lo que tenía convivir con un anglosajón) y en uno de ellos estaba esta canción. Ya estaba metida en las 1001, pero fue el año pasado cuando me pregunté qué podía significar.

Hey, ¿qué me oíste decir?
Sabes la diferencia que hay.
¿Qué me oíste decir?
Sí, dije antes que estaba bien,
ya no lo creo más.
Dije antes que estaba bien,
he cambiado de idea,
lo devuelvo
Borrar y rebobinar,
porque he cambiado de idea.
He cambiado de idea.

Así que, ¿a dónde me viste ir?
No es el camino apropiado, ya sabes.
¿A dónde me viste ir?
No, no es que no sepa,
es sólo que no quiero que crezca.
es que no sepa,

Lo devuelvo.

Capillas y capillitas

Con retraso, ya pasó la polémica, pero he leído en Alandar un artículo de Carlos F. Barberá, que estuvo trabajando mucho tiempo en pastoral universitaria. Y da su opinión sobre las capillas en la universidad.

En mi penúltima visita a Sevilla oí una palabra que hacía tiempo que no oía: «capillitas», esas personas que están todo el día metidas en su iglesia, en su capilla, con su dios, sin su prójimo. Y mientras haya capillitas, las capillas universitarias seguirán siendo un problema.

60 descargas

Muchas gracias a todos los que se han descargado Poesía primera. ¡Ya va por las 60 descargas!

(Addenda a la anterior entrada)

Visto a los 10 segundos de acabar de escribir la entrada anterior. En fin…

Quiebra moral de la economía de mercado

Copio el título de un interesantísimo artículo de Antón Costas en El País que trata de analizar las causas de la crisis económica. Es el único sitio (que yo sepa) en el que se ha hablado de la influencia de la religión en la crisis. O, para ser precisos, de la crisis religiosa.

Cuando estudiaba Historia, uno de los factores que se tenían en cuenta para explicar que el capitalismo naciera en Inglaterra, Holanda, Alemania y Suiza era la religión. Según esta hipótesis, el catolicismo (contrario en aquella época a los préstamos con intereses y receloso del trabajo manual, por ejemplo) no permitía la acumulación de capital necesaria, mientras que el protestantismo, especialmente la rama calvinista, veía con buenos ojos el ejercer las llamadas profesiones liberales, entre ellas la de prestamista. Max Weber, que fue quien propuso esta idea, señala que de esta forma se podría explicar el relativo atraso económico del sur católico de Europa frente al norte protestante.

Yo era bastante escéptico sobre esta idea. Vamos, que no me la creía. Pero después de leer el susodicho artículo de Costas me lo estoy volviendo a pensar.

Básicamente, la idea sería que Max Weber tenía razón (¿se oye su ja, ja desde la tumba?). Y lo malo, lo peor, sería que esta sociedad posmoderna que nos ha tocado soportar* se ha perdido la moralidad que emanaba de ese calvinismo. Y eso ha producido esa ansia terrible de ganar más y más dinero sin pensar en las consecuencias. Porque la moral no es más que pensar en las consecuencias de nuestros actos. Y el posmodernismo es amoral. Así que, si para ganar unos milloncejos, tengo que empobrecer a toda Islandia**, lo hago.

Y yo lo veo en mis alumnos. Son, la inmensa mayoría de ellos, buenas personas, TDAH incluidos. Pero no se han parado nunca a pensar las cosas en profundidad, viven en el «todo vale» y el «todo es lo mismo». Lo malo no es que la moral tradicional se haya venido abajo, no digo eso. Lo malo es que no ha venido otra moral constructiva a sustituirla. Y así nos luce el pelo. ¿5 millones de parados? Qué importa eso frente a la injusticia arbitral sufrida por Mou y sus huestes.

Esa debería ser la tarea de filósofos, pensadores, teólogos, profesores: buscar una nueva moral y, lo más importante: extenderla. Que la gente quiera al

* La soportamos porque no hacemos nada para cambiarla. ¿He hablado de la manifestación del jueves 5 a las 19:30 en Cibeles en defensa de la sanidad y educación públicas y de la manifestación de Democracia Real Ya del domingo 15?

** Los islandeses tampoco son inocentes, que bien se aprovecharon durante años de este capitalismo salvaje.

Viernes de pasión (¿o era martes?)

No me mires, amor,
que verán que nos miramos
y en tus ojos verán
que nos amamos.

Tradicional castellana

Banda sonora: Friday I’m In Love – The Cure

Esto no es un blog

Libro
Objeto compuesto de una cierta cantidad de hojas de papel unidas por un lado (generalmente pegadas). Suele estar protegido por una cubierta de cartón blando o duro y, en versiones más caras, plásticos, telas o cuero.
Los libros se utilizan a menudo pare difundir ideas, que pueden ser racistas, sexistas o delictivas.

¿No lo entiendes? Lee esto.

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