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Cursillo prematrimonial

Hace unos días, justo antes de Semana Santa, hicimos Virginia y yo el cursillo prematrimonial. Lo hicimos en la parroquia donde nos vamos a casar, en los salesianos de Estrecho. Me parecía algo evidente, hacer el cursillo donde te casas, pero resulta que no lo es tanto. De las seis parejas que hicimos el cursillo, solo nosotros vamos a casarnos en Estrecho, el resto venían de su padre y de su madre. Y en el caso de una pareja, sus padres y madres estaban en México, nada menos.

En la parroquia hay dos grupos de matrimonios que dan los cursillos. Esta, para algunas de las parejas, fue la primera sorpresa: que el cursillo no lo diera el cura, sino laicos. Tiene sentido, un cura sabrá mucho menos de la vida conyugal que alguien que se haya casado, pero la gente no espera este tipo de lógica de la Iglesia.

Se podría decir que tuvimos mala suerte, porque nos tocó el grupo más mayor, los sesentones en lugar de los cuarentones. Quieras que no, me habría parecido mejor que las personas tuvieran una edad más cercana a la nuestra (y conste que yo era el más viejo de los 12 novios).

Sin embargo, al final nos ha parecido a los dos que el cursillo no ha estado mal. Todo lo que se dijo sobre el matrimonio tenía entre bastante y muchísimo sentido, y no hubo muchas digresiones sobre otros temas. Salimos satisfechos, me parece.

Pero el resto de parejas lo flipó en colores. Lo fli-pó. Por ver a gente que es creyente, pero creyente de verdad, de esas que van a la parroquia a colaborar, diciendo cosas de persona normal y dando consejos interesantes para alimentar el amor en la pareja. Por ver una parroquia donde no se pregunta por qué se casa uno por la iglesia, sino que se alegra de que se haga. Y, sobre todo, por ver a un cura, Mariano, que decía cosas con las que no te quedaba más remedio que estar de acuerdo, valorarlas  y agradecerlas. Y valorarle tanto que la mitad de las parejas han acabado pidiendo a Mariano que sea él quien oficie en su boda. Porque en cinco días ha conseguido dejar de ser un extraño para ellos y ser alguien a quien conocen, por poco que sea, y aprecian.

Esto me parece maravilloso, y en el ambiente de los salesianos seguramente no le demos importancia a estas cosas, a esta forma de ser, porque la damos por supuesto, y no es lo habitual. Así que sirva este pequeño texto como homenaje y agradecimiento a los salesianos que dan este testimonio al mundo, representados aquí por Mariano.

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