A pesar de que Alemania ya se ha desdicho de su afirmación de que España es el origen de la Escherichia Coli que ha causado ya 15 muertes, el daño está hecho. Otro más que sumar a la colección.
Y me parece claro que Europa ha muerto. Cuando, en lugar de ver lo bueno que tienen los demás para adaptarlo y extenderlo, nos rebajamos a criticar que el vecino tiene más vacaciones (y no está tan claro que sea cierto), es que esa revolucionaria idea de que los europeos, sumados, podíamos crear algo nuevo y bueno, ayudando a quien lo necesita, ya no existe. Solo queda el «sálvese quien pueda», la indiferencia en el mejor de los casos y el egoísmo en el peor.
Asistimos al final de una forma de relacionarse las naciones europeas y no pestañeamos. Vemos que Schengen es algo de quita y pon según los intereses electoralistas y el racismo más descarnado y no pestañeamos. Aceptamos que Europa se haya convertido en la excusa para hacer recortes y no pestañeamos.
Me siento como debía de sentirse un ciudadano romano del siglo IV: venimos de algo bueno (la pax romana, el mayor periodo de paz en Europa Occidental en siglos) y se está yendo al garete.
No hay liderazgo político ni intelectual en Europa, no hay solidaridad entre naciones; el sueño de Schuman y Monnet se ha convertido en una pesadilla tan gradualmente que no nos hemos dado cuenta. Y, sin embargo, seremos cómplices si no hacemos nada. Indignémonos también por Europa.
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