Qué dolor ser y no ser nadie.
Saber que la vida es larga
y a veces incomprensible
es un aprendizaje necesario.
Necesario, pero no suficiente
porque duele, duele tanto
que los pulmones se cierran
y el diafragma emite gritos sordos
a un mundo incluso más sordo.
Duele, duele tanto
pero sumergirme en el dolor
no es la solución.
Ni siquiera en los primeros instantes,
cuando el dolor es tan reciente
que las lágrimas son de rabia
y todavía no de nostalgia.
Sumergirme en el dolor
solo conduce a la nada.
Y nada quiero de ella.
Así pues, respiro hondo,
relajo el diafragma e inspiro con fuerza
hasta que los pulmones se hinchan y aplastan
al corazón para que no sufra más.
Pero recuerda en su último estertor,
mezclado con este dolor opresivo,
que todavía duele sentir que no soy nadie.
Nadie para ti.
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