He decidido que voy a hacerme nacionalista. Y lo he estado pensando, porque no sabía si hacerme nacionalista gallego por mi madre, que es de cerca de Padrón o castellano por mi padre, que era de Ayllón.
Pero he decidido que me voy a hacer nacionalista latino. Vamos, del Imperio Romano. Sí, ya sé que eso pasó hace mucho tiempo, pero evidentemente mantenemos el mismo idioma, con los lógicos cambios, y todavía somos muy parecidos todos los mediterráneos. Y quien lo niegue es un antinacionalista radical que está atacando a la nación romana.
Por de pronto, estoy un tanto desorientado. Porque, ¿qué es lo contrario de pedir la independencia? Porque lo que yo quiero, evidentemente, es la reinstauración del Imperio Romano, esa época idílica donde todos los hombres éramos hermanos (he dicho hombres, no mujeres ni esclavos ni extranjeros), donde imperaba la ley (qué bonitas esas crucifixiones), donde cualquier romano sabía que su ciudadanía le protegía en todo el mundo conocido (ciudadanía concedida digitalmente, o sea, a dedo)…
No dejemos que algunos intoxicadores defiendan la idea de que el Imperio Romano cayó. Mientras haya gente como yo que recuerde la grandeza de la nación romana, el romanismo seguirá luchando para recuperar los derechos históricos del año 50 d.C.
Ahora alguno pensará que estoy de broma y, por supuesto, tendrán razón. No tiene sentido volver al pasado, ¿verdad? Entonces, me pregunto por qué los nacionalismos existentes dentro de un Estado democrático pretenden volver a situaciones del pasado (Cataluña antes de los Borbones) o, directamente, inventándoselo (el pretendido reino vasco, o la tontería de los condes-reyes catalanes).
En el siglo XIX, en un marco europeo de imperios multinacionales en los que una parte sojuzgaba al resto, el nacionalismo podía tener sentido, pero no en la España actual. ¿Castilla oprime a Cataluña, Galicia o el País Vasco?
Qué desastre de opresión, si al menos dos de las comunidades oprimidas tienen una renta per cápita superior a la de las opresoras. Ah, no, eso de Castilla se decía antes, ahora es Madrid quien oprime, aunque el Gobierno, en 13 de los últimos 16 años, ha dependido del apoyo de partidos catalanes y vascos.
Si estas comunidades están oprimidas, qué desastre de políticos nacionalistas que colaboran en la opresión. Menos mal que los romanistas estamos aquí para acabar con estos políticos que sólo piensan en ellos mismos en lugar de pensar en el gran pueblo romano.
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