Es noticia enEl País que la fiesta del Cordero será oficial en Melilla. Leyendo la noticia, parece ser que ya era habitual que los musulmanes practicantes hicieran fiesta ese día y no fueran a la escuela o a trabajar.
Y me he puesto a reflexionar sobre el asunto de las fiestas religiosas en España. Como católico practicante, es un tema que me afecta en dos sentidos: el laboral y el religioso. Empezaré por este último.
Pensando en aspecto religioso, parece claro que para que la libertad religiosa exista en la práctica hace falta que los creyentes de cualquier religión puedan celebrar sus fiestas de un modo apropiado. En cualquier lugar que se me ocurra, las fiestas religiosas llevan consigo ciertas obligaciones para los creyentes: asistir a ciertas celebraciones, cumplir ciertos ritos, etc.
Y esto me lleva al aspecto laboral. En una sociedad que se dice multicultural (aunque yo creo que hoy en España,ciñéndonos al aspecto religioso, podemos reducir esto a tres «culturas»: católica, musulmana y laica, pero sobre esto pensaré en otra ocasión), la multiplicación de fiestas religiosas es, sencillamente, inviable. Otra opción sería optar por algunas fiestas cristianas, otras musulmanas y otras laicas, a lo que se podría replicar que los laicos quedan marginados. Además, ¿quién decide qué número de fiestas merece cada religión, o qué fiestas merecen ser vacaciones? En la wikipedia se pueden consultar las fiestas y aparecen dos fiestas musulmanas aparte del mes de Ramadán y ¡más de una decena! de fiestas judías!. Otra crítica, más inteligente en mi opinión, es que las fiestas laicas son, en realidad de todos. Así que, ¿qué hacemos con las fiestas?
Mi opinión es que deberíamos tender hacia un modelo mixto: un conjunto de fiestas nacionales de carácter no religioso: 6 de diciembre (Día de la Constitución), 12 de octubre (Día de la Hispanidad)… e incluso crear fiestas nuevas si hace falta (¿qué tal celebrar el cumpleaños del Rey o algo así?) Y ADEMÁS dejar un número de fiestas que cada uno pudiera coger cuando quiera. Así, un cristiano puede cogerse el Triduo Pascual, un musulmán celebrar el fin del Ramadán y un ateo cogerse vacaciones cuando le parezca bien. Además, esto redundaría en una mayor flexibilidad para organizar vacaciones, algo que en la vida moderna es muchas veces difícil.
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