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7 de julio, 16:25

Ayer era muy tarde cuando empecé a escribir y preferí irme a cenar.
La subida de ayer fue mortal, y entre Inés y yo fuimos marcando un ritmo que para qué contar. Cuando creíamos que ya habíamos llegado arriba, porque el monte se acababa, la carretera torcía a la izquierda y seguía para arriba.
Creí que me moría, pero seguimos y paramos a beber algo cuando llegamos arriba. Creíamos que nos quedarína al menos un par de horas, eran como las dos, pero a los 10 minutos encontramos el cruce con la N-547 que nos llevaba de vuelta al Camino, ya el Francés. Nos quedaba menos de la mitad de lo que pensábamos, y llegamos a Santa Irene sin mucha novedad. Comimos y nos duchamos, y yo me eché una siesta que duró dos horas y media. Mientras tanto había juerga, pero no me enteré de nada. A las 6 me desperté, noté que me dolían las caderas y seguí hasta las 7.
Subimos a tomar unas cervezas y llegó el trío calavera: los alemanes y el calvo. Se pidieron una botella de Coto y se quedaron allí a cenar. Nosotros tres bajamos y quise escrbir y me puse, pero había que cenar, y nos dieron las 11.
Y hoy me he despertado a las 6. Bueno, más bien me ha despertado Inés, porque el móvil me sonó a las 5:30 pero ni lo oí.
Salí todo lo fuerte que pude, después de 5 minutos muy flojos para que calentara el tobillo, porque quería llegar ocn tiempo a la catedral, y pasé muyu rápido Arca, Lavacolla, San Marcos y el Monte do Gozo. Me hizo gracia llegar a un punto, donde recuperamos la N-634, que conocía de pasar en coche. El día era fácil, la subida al Monte no tiene más que dos rampas fuertes, y son cortas.
Paré y eché una foto en el monumento al peregrino, pero no vi la catedral. Siempre me pasan estas cosas, no sé mirar, supongo.
Un poco antes me había encontrado con el alemán loco. El hijoputa iba en chanclas, con calcetines y a toda hostia… He ido un rato hablando con él, pero en seguida le he dejado irse para adelante. La historia de cómo pasó Picos fue divertidísima, según lo contó ayer, pero tuvo que ser duro.
Llegando a Santiago me ha pegado la hebra un tipo del Francés, pero sus historias eran historias de viejos autosatisfechos y la verdad es que no me interesaban demasiado, así que le he dejado en un semáforo y he llegado hasta la catedral. Los pelos de punta, la verdad.
He entrado en la cripta, he asistido a la misa del peregrino (la gente aplaudió después del botafumeiro, a mí me pareció una falta de respeto, estábamos en misa) he entrado por primera vez en el claustro y me llamó mi tío Chus.
Me recogió en el convento de San Francisco y vinimos a comer a Bertamiráns. Esta tarde iré a Rianxo, pero eso es mi camino, y no el Camino, así que lo dejaremos aquí.

¿La conclusión a que había llegado? Pues que la quiero y la echaré de menos, pero que no quiero hipotecar mi vida por ella. «Si tenemos que volver, ya volveremos»…

Creo que el Camino del Norte es una experencia qeu merece la pena. De verdad. A mí me ha ayudado y me ha dado muchísimo.

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