Cómo no te voy a querer,
cómo no te voy a querer,
si eres campeón de Europa
por décima vez.
No voy a analizar la métrica porque no hay por dónde coger la copla.
Simplemente pensaba anoche que menudo madridismo resultadista que hace que los fans le quieran no por su juego o por sus «valores» (como si un club de fútbol profesional los tuviera), sino porque gana.
Vi la final en un bar repleto de madridistas junto a un grupo de amigas que pasan mayormente del fútbol pero querían animar al Atleti, la épica de David contra Goliat. Fue incómodo, por decir algo. No hubo hermandad entre aficiones y esas polladas.
Pero miraba a los madridistas y veía a adultos frustrados, alienados, a los que la vida no debe de darles muchas satisfacciones fuera del fútbol. Y pensaba que realmente el fútbol es el opio del pueblo. Pero porque el pueblo necesita opio para seguir adelante.
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