Hoy he conseguido unos de los hitos que llevaba años anhelando sin atreverme nunca: junto con Leo, hemos hecho el Anillo ciclista enterito, de punta a punta y vuelta por el otro lado.
Ahora mismo soy una patata casada asada, o así me siento del cansancio acumulado, pero estoy contento. La adrenalina ha fluido con fuerza durante la gran mayoría de los 75 kilómetros que hemos acumulado (récord personal con gran diferencia) y ha sido una experiencia bonita.
Ha sido también una aventura. A la altura de la A-3 nos hemos despistado y hemos seguido rectos por el Parque Lineal de Palomeras en lugar de torcer para seguir por el Anillo y nos hemos equivocado un par de veces hasta que hemos recuperado el camino correcto .Y lo hemos hecho con la ayuda de Osmand, una app de mapas y navegación GPS que llevo años utilizando. He decidido dejarla puesta y un poco más adelante, pasada la M-23, nos hemos vuelto a pasar y Osmand nos ha mostrado el camino. También es verdad que en medio de estos dos momentos ha habido un punto en el que me he pasado de listo y Leo ha sido quien me ha corregido, pero esto no interesa (cara de «si cuela, cuela»).
A Leandro le ha gustado la idea de Osmand, y esto me ha llevado a pensar en que el software libre, aparte de serios problemas de márquetin por no gastar un duro (que deberían), es algo en lo que a veces participamos solo cuatro friquis, aunque haya millones de personas usándolo, desde el núcleo Linux de Android a la inmensa mayoría de los servidores web. Claro, la pregunta es clara: si yo no soy informática y no solo no sé programar sino que no tengo ni la más remota idea de cómo se hace una aplicación, ¿cómo puedo colaborar? Se me ocurren varias maneras.
La primera es económica. Después de años de uso, hoy he donado algo de dinero a los desarrolladores de DAVdroid, una app que uso cada día en el móvil para sincronizar calendarios y contactos. Es software libre, no hace falta pagar por ella, pero se puede donar. No estoy seguro de si este modelo de negocio (forma pija de llamar al ganarse la vida) es sostenible, e incluso tengo ciertas dudas sobre la ética asociada, pero esta es la forma más sencilla: si uso software libre (Firefox, WordPress, yo qué sé, y pongo ejemplos muy grandes e incluso uno controlado por una empresa), se puede dar algo de dinero.
La segunda es informar de errores. Una vez tuve un problema con Osmand: quería descargarme una actualización del mapa de España (sale una vez al mes con todas las novedades: radares, carreteras, edificios, direcciones, cambios de nombres en calles franquistas…) y no me dejaba. Osmand decía que se necesitaban unos 600 Mb y yo tenía prácticamente un giga, más de un 50% más, pero me daba un error de falta de espacio. Y decidí decirlo, por si podían arreglarlo y ayudarme a mí y a cualquiera a quien le pasara lo mismo.
En aquel momento era más complicado, ahora se puede hacer en Github, siempre que estés registrado. Pulsas en New Issue y rellenas todos los datos que puedas. Yo lo hice y tras un par de días resultó que el problema era muy tonto: el mapa se descarga como un archivo comprimido en .zip que se descomprime y luego se borra. Pero en el intervalo entre la descompresión y el borrado hace falta aproximadamente el doble de espacio. En mi caso, los 600 Mb del zip se convertían en 1300, con lo que no me quedaba espacio. Y gracias a que yo avisé, ahora la app te avisa de que necesitas el doble del espacio libre.
Otra opción es ayudar a traducir la aplicación a tu idioma. En español suele ser más fácil, pero a mí me asombra la cantidad de software libro traducido no a lenguas con menos hablantes como el gallego o el catalán, sino a lenguas con números diminutos como el asturiano. Esto es una gran idea para potenciar el uso de un idioma, y las grandes empresas se mueven solo por rentabilidad. En cambio, un voluntario dentro del software libre lo hace porque le apetece y aunque, lógicamente, menos gente a a usar Nextcloud en asturiano que quienes lo usamos en español, la tarea es otra y mucho más admirable, me parece. Cada aplicación usa sistemas de traducción diferentes, desde traducciones arcanas con archivos .po y .mo (como las extensiones de WordPress) a sistemas muy intrincados (el Pootle de Libreoffice, que me parece un horror) a sistemas muy sencillos de usar como Transifex, que usan Nextcloud y Owncloud.
Traducir software tiene bastante de maldición de Sísifo, nunca se acaba a no ser que deje de desarrollarse el programa, pero puedo decir por mi experiencia que es una forma muy buena de descubrir las posibilidades que tiene la aplicación que estás traduciendo. A mí me ha servido para convertirme en todo un experto en Nextcloud y descubrir nuevas y creativas maneras de cargarme mi nube…
La última forma que se me ocurre de colaborar con el software libre es esto que estoy haciendo ahora mismo: hablar de él, hacer publicidad, darlo a conocer. Y esta última forma es gratis y muy sencilla.
Y tú —como decían en Barrapunto en tiempos más sencillos—, ¿ya has colaborado hoy con el software libre?
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