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Primeros versos (VI)

¡Ah de la vida! ¿Nadie me responde?

Es uno de los poemas que mejor reflejan el tópico clásico del tempus fugit o, como diríamos ahora, «cómo pasa el tiempo».

Siendo como es un poema de Quevedo, y siendo Quevedo como es un autor conceptista, parece inevitable que condensara su idea en un soneto.

Y siendo el soneto (en su versión clásica italo-española) una estructura que busca condensar el asunto en los tercetos finales, es evidente que tenemos que fijarnos en ellos.

Y me parece que estos tercetos son absolutamente brutales. Cada vez que los leo, me piden a gritos oírlos no con mi triste voz, sino con la voz de algún actor de presencia poderosa: un José Sacristán, por ejemplo. Es imposible superar la expresividad del primer soneto, en el que se junta la evidencia de la inevitabilidad del paso del tiempo con la conciencia del propio deterioro.

El soneto tiene un movimiento de afuera hacia dentro. El Primer Verso es una llamada desesperanzada al mundo, a la vida. Y nadie responde al poeta. ¿Han muerto, le han abandonado? No hay respuesta. Y como no hay nadie y lo único que queda es él mismo, y así empieza un monólogo sobre la propia decadencia y decrepitud, que culmina en esos increíbles tercetos.

En este ejemplo de desaliento de Quevedo, su vida se ha convertido en «presentes sucesiones de difuntos». Vivir es ver morir.

Evidentemente, no estoy de acuerdo con este concepto, pero me parece que no se puede expresar de una manera más sintética, más melancólica y más deprimente (en el ¿buen? sentido de la palabra).

El texto lo he sacado de poesiaspoemas.

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