Parece ser, según La Razón, que está próxima la canonización del padre Damián de Molokcai, a quien yo conocí por un gag de Martes y 13 en un especial de Nochevieja hace muchos años.
El padre Damián de Veuster se encargó de la leprosería de la isla hawaiana de Molokai sin preocuparse por el posible contagio. Aunque la lepra es muy, muy poco contagiosa, el riesgo aumenta en consonancia con el tiempo que pases en contacto con enfermos.
La fama del padre Damián creció rápidamente entre todos los cristianos de EE UU, tanto católicos como protestantes, de manera parecida a la fama de Teresa de Calcuta en el siglo XX (y sin Lady Di de por medio). Pero finalmente, su prolongado contacto con los leprosos a su cuidado hizo que contrajera la enfermedad. Cuando se enteró, corrió a decir a sus enfermos: «Ya soy uno de vosotros».
Falleció en 1889 en olor de santidad, y la confirmación «oficial» será, parece ser, en breve.
El padre Damián es un ejemplo, otro más, de un cristiano que entrega su vida a los demás sin preocuparse por sí mismo. Y la canonización significa justamente eso: la Iglesia declara que esa persona puede ser tomada como ejemplo.
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