La gestación subrogada, comúnmente conocido como vientre de alquiler, ‘’consiste en que una mujer, de común acuerdo con una persona o pareja, acepta que se le transfiera a su útero el embrión previamente engendrado mediante fecundación in vitro por esa otra persona o pareja, con el fin de quedar embarazada de dicho embrión, gestarlo a término y parirlo en sustitución de la mencionada persona o pareja’’, según Wikipedia. Esta práctica la demandan tanto parejas gays, que desean tener una hija o un hijo con su misma genética, como parejas heterosexuales en las que, por diferentes razones, la mujer no puede quedarse embarazada, pero aun así quieren tener descendencia.
Los grupos pro maternidad subrogada se cuestionan por qué es tan criticado este tema cuando, según dicen, la mujer que alquila su vientre lo hace libremente, y esto hace posible el deseo de muchas personas de tener criaturillas.
Comencemos destacando que el alquiler de vientres no es un ejercicio de libertad por parte de la mujer. Un negocio en el que capitalismo y heteropatriarcado se unen, es de todo menos libre. Que una mujer acceda a gestar un bebé durante nueve meses debe ser analizado en profundidad. ¿Por qué, casualmente, los vientres de alquiler son siempre mujeres pobres? La única razón por la que alguien accedería a asumir las consecuencias de quedarse embarazada, poniendo en riesgo su salud, para posteriormente entregarle ese bebé a otra persona es: el dinero. La necesidad económica de muchas mujeres las fuerza a mercantilizar su cuerpo, siendo tratadas como un objeto del que solo se espera obtener beneficio por parte de quien paga.
‘’Qué malas son las feministas, que no nos permiten ejercer el derecho de ser madres o padres’’. Sería así si el ser madre o padre fuese un derecho, cosa que no es. Querer tener una hija o un hijo es un deseo, el cual la gente que está a favor de la gestación subrogada, al tener un cierto poder adquisitivo, puede hacer realidad. Deberían preguntarse esas mismas personas si verdaderamente tienen ganas de preparar y criar a alguien, cubriendo sus necesidades, para que sea una buena persona en un futuro, o si simplemente es un ejercicio más de egoísmo, al tener tantísimo empeño en que este ser lleve su misma genética, para así perpetuarla.
Lo que sí es un derecho, es tener unas condiciones de vida dignas, con acceso a cuidados y educación. Es un derecho que 170 millones de niñas y niños huérfanos en el mundo, hoy en día, no tienen. Así que la respuesta más evidente de por qué no tiene sentido traer más personas al mundo para poder cuidarlas, es que ya las hay. Ya hay niñas y niños que esperan una familia que les devuelva esos derechos que por desgracia no tienen. Y, por cierto, una familia no es necesariamente una madre y un padre; una familia son personas que viven juntas con el compromiso de cuidarse mutuamente.
Mientras se siga considerando como válida únicamente a la familia tradicional, ignorando a todas aquellas personas perfectamente capacitadas que se salen de las conservadoras normas de esta sociedad heteronormativa, mientras se siga anteponiendo el deseo de perpetuar la genética, frente al derecho de tener una vida digna del que tantos niños y niñas han sido excluídos, mientras se siga tratando a las mujeres pobres como mercancía, siendo víctimas directas de la crueldad patriarcal y capitalista, que me disculpen si acuso a sus argumentos de egoístas, superficiales e intrascendentes.
>:)
En algunos párrafos dejas sangría y en otros no
ya lo he corregido 😉
En el título falta la mayúscula inicial.
Completo desacuerdo.