Estas navidades no he hecho nada. Absolutamente nada. Simplemente me he dedicado a mantenerme con vida. He dormido, he comido, he respirado… Prácticamente he hecho lo mismo que siempre pero multiplicado por dos. ¡Ah! Y me he teñido el pelo de rojo.
Como no se que decir acerca de mis vacaciones he decidido que voy a contar lo que hice la noche del 31.
Nos reunimos en casa de una prima para cenar unas 8 personas, para mi éramos relativamente pocos en comparación con otros años cuando nos reuníamos hasta 20 personas solo para la post-fiesta. Así que esta cena tenía toda la pinta de que iba a ser muy aburrida.
Algo que alegro la noche más o menos fue un anuncio que dio mi primo, y era que iba a ser papá de una niña, pero también que iba a volver a República Dominicana. Obviamente nos sentíamos contentos por él, porque sabíamos que ya quería darle una hermanita a su hijo, pero también estábamos tristes porque se iban y los íbamos a extrañar muchísimo.
Para animarnos un poco mi madre y yo decidimos ponernos a cantar, a bailar y a hacer el tonto. Así estuvimos hasta las 6 AM.
Y estas han sido mis navidades. Nada por aquí, nada por allá, como si de un truco de magia se tratara. Voy a echar muchísimo de menos a mi primo pequeño. He aprendido que las despedidas son muy duras y que nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.