Mis navidades han sido las más normales del mundo, ya que se puede decir que no he hecho nada diferente de lo que se puede hacer en navidad. Lo único diferente que he hecho estas navidades, ha sido ir a la academia a estudiar mis queridas matemáticas.
Bueno, voy a empezar ya a contar lo que he hecho, que es lo que espero que haya podido hacer todo el mundo, que es pasar la navidad con mi familia. Mis abuelos, que viven en Cáceres vinieron a Madrid, y así poder estar todos juntos. Trajeron unos regalitos para las comidas y las cenas: un jamón, una torta del casar, sin duda, el queso más rico que puede haber, y unas aceitunas que hace mi abuelo, que como el queso, es lo más rico que puede haber.
En Noche Buena nos juntamos todos, cenamos, como todas las familias, recordando anécdotas (que casi todos los años se suelen repetir, pero no importa) y cantando villancicos, porque si no, ¡los nietos nos quedábamos sin aguinaldo!.
Navidad, otra comida, y esta es con regalos incluidos. Papá Noel, muy generoso.
Van pasando los días y ya llega Noche Vieja, no podía creer que ya fuéramos a empezar otro año, se me ha pasado tan rápido… Pero bueno, continúo, la cena, muy rico todo, muchas risas, como siempre, y llega la hora de las uvas, las que nunca me puedo acabar en el momento que todo el mundo lo hace, pero nadie se dará cuenta de que me las termino después… Tras las uvas, en mi familia es tradición jugar al bingo, así que vamos, ¿cuántos cartones queréis?
Ya solo queda el día de reyes. Yo, muerta de sueño, durmiendo tranquilamente, y que mi hermana, aunque ya sea bastante mayorcita, con más ilusión que un niño pequeño, entre a mi habitación y empiece a gritar… ¡aunque se lo perdono por los regalos! Em… los de los Reyes Magos, digo… Otra comida con mi familia, y, ¡Adiós Navidad!