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(Sin título)

Esta nueva visión sostiene que la universidad se ha transformado de ser proveedora de un «derecho» a la enseñanza superior del ciudadano a ser un productor de servicios (ya no concebidos como públicos, colectivos y universales, es decir a los que uno tiene derecho por ser ciudadano) que el estudiante percibe en tanto consumidor individual (por los que paga y por tanto debe recibir el producto adquirido, es decir la titulación con máxima nota: ¡no compraríamos una chaqueta con un agujero!). Y, puesto que lo consumido (educación superior) se concibe únicamente como un fin instrumental hacia el empleo, también se adquiere una certificación de que se va a conseguir uno. En definitiva, esto es el resultado también de políticas económicas de ajuste neo-liberal que han caracterizado en los últimos años a nuestro país y a otros países europeos, en los que se ha enfatizado el carácter «empresarial» de los servicios públicos, su gestión económica eficiente y su privatización, con la consiguiente presión hacia la producción de «mercancías» y simultáneamente la expansión de la demanda (a través de la explotación de nichos emergentes pero también a través de la utilización de técnicas de márketing).

Pero no nos engañemos: para encontrar empleo (o trabajo) lo mejor es ser de buena familia, tener amistades con recursos: tener una red social buena. La formación, la excelencia laboral o intelectual son condiciones tal vez necesarias, pero nunca suficientes para ello. Si las empresas fueran máquinas eficientes escogerían a los mejores profesionales para cumplir sus necesidades, pero no es así. Cuántas veces no nos maravillamos de que individuos ineptos e ineficientes a los que conocemos bien ocupen lugares prominentes en el mundo económico, político e intelectual.

José Antonio Millán y Susana Narotzky, en Qué aprender

Poco que añadir a estas palabras. J. A. Millán es una de las voces más autorizadas (esta debe de ser una de las metonimias más manoseadas del español) de la internet hispana (y esta debe de ser la otra) sobre nuevas tecnologías, educación, edición y este tipo de temas.

A este paso, acabaremos con las Filologías (adiós, adiós), con la Historia del Arte, con la Historia… Santayana y Orwell estarían muy pero que muy decepcionados con nuestra sociedad.

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