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Educación y fe

Se me ocurre un experimento. Copio a continuación un texto que entregamos a los chavales del Centro Juvenil sobre su proceso de maduración y su proyecto de vida. Como sé que algunos de los (escasos) lectores del blog son no creyentes y, sin embargo amigos, os voy a pedir que me digáis qué os parece el texto. ¿Sectario? ¿Educativo? ¿Comecocos?

En estos años vas a tener que tomar decisiones que probablemente durarán toda la vida: sobre comportamientos o costumbres, metas que quieres conseguir y cosas que van a ser importantes. Es una situación muy complicada, puede que tengas la tentación de no arriesgarte y seguir comportándote como cuando eras pequeño,. No lo dudes, serás infeliz. Tendrás veinte, treinta, cuarenta años y todo el mundo te pedirá que te portes como un adulto. Tú les dirás: «¡No, es que yo quiero tener quince años!». Ya verás la gracia que les va a hacer.

A todos nos cuesta seguir creciendo pero descubrimos que, en la medida en que nos esforzamos, luego nos sentimos más satisfechos.

Aquí tienes unos consejos para que el camino te resulte más llevadero.

Sé asertivo. Parece que todo el mundo te dice lo que tienes que hacer con tu vida. Entonces, ¿cómo puedes llegar a ser tú mismo? Muchos jóvenes se creen que para ser popular y tener amigos han de seguir lo que la pandilla les diga. Si tus amigos te aprecian, te aceptarán como eres. Si no, mejor que te busques amigos de verdad, porque esos son otra cosa. La gente pasiva suele acabar siendo utilizada, manipulada y, a veces, pisoteada. Como no protesta nunca…

Ten un proyecto. Tener un plan para el futuro te ayudará a sentir que hay una dirección en tu vida. Es fácil vagar por la vida, haciendo lo que hacen los demás o lo que otros esperan de ti. Pero ¿es eso lo que tú quieres? Tener un plan es fundamental. Significa que tomas el volante de tu vida, comportándote del modo que tú eliges y estando dispuesto a cargar con las consecuencias. Tomar decisiones por ti mismo te ayuda a aprender y, por lo tanto, a madurar.

Sé realista. Ahora bien, mucha gente se concentra en lo que no tiene, en vez de centrarse en lo que tiene de bueno. Así les va: no se atreven a hacer nada, son sus peores enemigos. Son como mariposas que no se atrevieran a dejar de ser gusanos. Claro que el extremo opuesto tampoco es mejor. Puedes admitir que tienes defectos. ¿Quién no? Si sabes cómo eres, es fácil que puedas cambiar y mejorar si tú quieres. Sé realista y acepta que todos hemos sido creados únicos, irrepetibles. No somos perfectos, pero tampoco somos monstruosos.

¡Constancia! Otros se trazan muy buenos planes, pero en seguida se cansan. Prueban, abandonan, vuelven a probar. Se prometen, prometen a los demás, pero… Es duro comprometerse con algo y seguirlo hasta el final. Aquellos que no están acostumbrados sufren mucho; sin embargo, poco a poco se va consiguiendo fuerza de voluntad y cada vez es más fácil ser constante.

Piensa antes de actuar. De las equivocaciones también se aprende. Ahora bien, lo mejor es no equivocarse. Hay personas que van aceleradas por la vida, no se paran a pensar. Hacen lo que se les ocurre en cada momento, sin fijarse en las consecuencias de sus actos. Así, a veces, hacen daño a los demás y, la mayoría de las veces, se fastidian a sí mismos porque toman decisiones que no les convienen. Aprender a tomar decisiones, pensando con detenimiento antes de actuar es uno de los principales rasgos de una persona adulta.

¡¡Autocontrol!! Ten en cuenta que a lo largo de tu vida te vas a llevar unos cuantos chascos. Muchas personas no aguantan que las cosas no salgan como esperaban: se agobian, se enfadan. Es una pena pensar en la energía y el tiempo que derrochan en estar deprimidos. Si piensas un poco, te darás cuenta de que agobiarse es lo más normal, pero no aporta ninguna ventaja. Es natural emocionarse o enfadarse, pero sin perder el control; utiliza la energía en arreglar la situación o dedícate a cosas que te hagan olvidar el mal trago. Lo pasado, pasado.

Afronta. La mayoría de las personas tiene miedo a los problemas porque hacen sufrir. Pero no puedes hacer como si no existieran. El mundo no desaparece porque tú lo ignores. Las personas legales se aguantan el miedo y se enfrentan a los conflictos: piensan en la situación, la analizan y buscan modos de arreglarla. Dejar pasar los problemas sin resolverlos sólo consigue que se compliquen.

Empatiza. Hay personas que reaccionan con violencia. Las personas agresivas son como apisonadoras: se llevan todo por delante sin pararse a pensar. Así, muchas veces meten la pata y siempre hacen daño a los demás. Y encima ¡pocas veces arreglan los asuntos! La agresividad no es buen negocio, hay que aprender poco a poco a controlarse y dialogar manteniendo la serenidad o el sentido del humor.

Ábrete a los demás. Cuando se encuentra con un problema o sufre con algo, mucha gente tiene miedo a contar lo que les pasa. Si lo piensas bien, te darás cuenta de que es una reacción un poco tonta. ¿Por qué? ¿Se van a reír de ti? ¿Se van a enfadar contigo? Lógicamente, si te quieren, no. Al contrario, tratarán de ayudarte. Pero hay personas que conservan miedos de cuando eran pequeños y sus padres les reñían.

Sé generoso. El hecho de hablar con otros de lo que nos preocupa o interesa nos hace relajarnos y afrontar la vida con más serenidad. Además, nos hace sentirnos queridos. Las personas que son capaces de hablar con sus amigos son más felices.

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