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Creo en los reyes, pero no en Dios

Copio y pego (poniendo un par de mayúsculas y eliminando la imagen por no hacer hotlinking como únicos cambio) un artículo de La pureza está en la mezcla, el blog de Martín Varsavsky en El Mundo.

El día de Reyes recordé una discusión que tuve con un íntimo amigo español cuando me mudé de Nueva York a Madrid. Resulta que mi amigo madrileño, que curiosamente no cree en Dios, pero se llama Jesús, sabía que mis hijos estaban enterados de que los Reyes Magos eran los padres y estaba preocupado por que le revelaran la verdad a sus hijos. A Jesús le encantaba el mágico momento que sus chicos se despertaban y encontraban los regalos dejados por los camellos.

Al mismo tiempo, a Jesús no le parecía contradictorio nunca hablarle a sus hijos de Dios, pero sí hablarles con tanto entusiasmo de los Reyes Magos. Es más, cuando le saqué el tema me dijo: «si yo no creo en Dios, cómo les voy a hablar de Dios». Claro, pensé yo, me imagino que sería complicado para Jesús si les hablara de Dios a los chicos y un día tener que revelarles que no sólo él era un Rey Mago, sino también el único Jesús que existía. Pero igual me parecía de incoherente este tema de defender a los Reyes Magos por encima del niño Jesús que supuestamente recibía sus regalos. O todo o nada pensaba yo. Y en mi caso era claramente nada.

La idea de mentirle a un chico, digamos hasta los 7 años, no tenía mucho sentido. Creo que mentir o ser incoherente deja secuelas en la educación infantil. Pero cuando salí a buscar aliados para defender mi postura, fracasé rotundamente. Hice una encuesta informal entre mis otros amigos españoles y descubrí que la mayoría de ellos no eran creyentes, pero si les contaban el cuento de los Reyes Magos a sus hijos tan convencidos como Jesús. El tema fue debatido en una excursión de bici de montaña por la Sierra Pobre y mi postura quedó sin ningún apoyo. Miguel, Amaro, Christoph, Antonio… todos estaban con Jesús. No a Dios, pero si a los Reyes Magos era el eslogan de la Peña.

Finalmente, intimidado por las circunstancias, junté a mis 3 hijos y les dije que ni se les ocurriera revelarle a sus amigos que los Reyes Magos no existían. Eso sí, les aclaré que con Dios no tenían nada de que preocuparse. Su existencia podía ser cuestionada sin problema.

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