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Vacaciones

Cuando decidí no ir al campamento, fallar por segunda vez en nueve años, pensé que mi verano iba a ser bastante aburrido. Me alegra que no haya sido así.
Y lo cierto es que no he parado. Cuando hablé con Juan y me aconsejó que hiciera el Camino del Norte, no sabía que me estaba dando uno de los mejores consejos de mi vida.
Esos siete días fueron una experiencia de espiritualidad, de desierto, de encontrar regalos de Dios e intentar aprovecharlos… En artículos anteriores creo que ha quedado claro.
Pero el Camino no ha sido todo. En todo el mes de julio no estuve un solo fin de semana en casa: el primero en el Camino, el segundo en Galicia, el tercero en Barcelona, el cuarto en el campamento —al final no pude resistir la morriña y fui de visita, y casi me quedo— y el último en la fiesta medieval de Ayllón.
A principios de agosto seis días a Benidorm, luego dos semanas en el pueblo y empalmar con otra excursión a los Pirineos.
No lo olvidaré.

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