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Viaje al Hexágono (2). Iparralde

El País Vasco francés ha sido para nosotros una sorpresa, quizá mayor no solo por lo inesperado sino por el contraste con otras partes de Francia. La conciencia de ser algo diferente al resto del departamento de Pirineos Atlánticos saltaba a la vista y la profusión de ikurriñas (banderas vascas) y de lauburus (cruces vascas, con cierto parecido con el triskel pero de cuatro brazos) era casi abrumadora. A pesar de que en Francia no hay más lengua oficial que el francés, en todo el País Vasco la señalización es bilingüe y en algún lugar incluso trilingüe: francés, euskera y gascón. Para dos personas a las que les encantan los idiomas, aquello era para disfrutarlo.

La primera noche del viaje la pasamos en Ciboure. Ambiente de pueblo, tranquilo y agradable. Mucho menos calor que el que dejamos en Madrid, así que la tarde invitaba a dar un paseo antes de cenar. Paseamos por el centro del pueblo  y llegamos hasta el puerto, donde descubrimos lo cerca que está San Juan de Luz —por cierto, como puede verse, utilizo en cada caso el topónimo que me suene mejor por costumbre, sin otro tipo de consideraciones—, tanto como cruzando un puente de 20 metros.

El puerto de Ciboure es un puerto pequeño, coqueto y tranquilo, anima a pasear por él y en cuanto te quieres dar cuenta ya has salido del puerto, hasta un monumento erigido a la virgen patrona de los pescadores.

Monumento a la Virgen en CiboureVolvimos hacia el pueblo y buscamos un lugar donde cenar. Acabamos en la plaza del pueblo, tomando una cena ligera atendidos por un camarero vascoespañol un poco peculiar, mientras veíamos un partido de pelota vasca en el frontón, que estaba justo enfrente. A diferencia de los frontones que yo conozco de pueblos castellanos, este solo tenía la pared del fondo, no una lateral. A mí me pareció una experiencia muy chula, de inmersión en el lugar, porque no éramos los únicos; parecía que medio pueblo estaba de tapeo.

El frontón de CilboureAl día siguiente desayunamos en el puerto y antes de seguir viaje fuimos a comprar algo al Casino, que —como su nombre no indica— es un supermercado, donde vimos algunas de las Hoegaarden más raras que he visto nunca. Ojo, que no era un hipermercado inmenso con dos lineales llenos de cervezas; era una tiende pequeña, de proximidad, y aun así tenía cosas como estas:

HoegaardenMe quedé con las ganas de llevarme alguna. De hecho, más adelante, casi al final del viaje, me desquité llevándome una caja de Hoegaarden Rosée, después de haberla probado en las playas del desembarco de Normandía.

San Juan de Luz, que vimos por la mañana, es un pueblo muy bonito. Dimos una vuelta por el centro del pueblo. Muy turístico, con muchas tiendas de ropa. También nos acercamos a la playa.

Mucho calor allí, estuvimos buscando sombras todo el rato; hasta llegamos a atravesar una iglesia solo para cruzar al otro lado por sombra. Allí vimos, como nota curiosa, unas lápidas funerarias puestas en pie, no sé si para que se las pise o para verlas mejor:

LápidasPor la tarde nos acercamos a Bayona. Tenía catedral aunque yo no lo sabía, como varias de las ciudades en que hemos estado. Bonita, pequeña, claro. Como en todas las iglesias con planta de cruz latina que vimos, el altar se había adelantado hasta el crucero, no solo hasta el centro de la girola. Tenía unas vidrieras bastante curiosas, aunque menos que otras que hemos visto después (casi todas modernas, debido a la destrucción de la II Guerra Mundial).

Catedral de BayonaDimos una vuelta hasta la sinagoga, que estaba cerrada. Decidimos irnos para el coche con una cocacola para retirarnos al hotel, en Mont de Marsans, donde solo vimos el hotel. Y así salimos del País Vasco francés.

Lo que más nos sorprendió fue el fortísimo sentimiento vasco. No sé si independentista o regionalista, pero la presencia de banderas, lauburus, especialidades vascas, bares vascos, gastronomía vasca, tiendas vascas… era constante. Aparte de esto, lo bonito que es. En la costa, nos gustó más Hendaya que San Juan de Luz; Hendaya ha conservado mejor el aspecto de la primera línea de playa mientras que en San Juan había cosas más feas. Y nos quedó pendiente Biarritz, pero todo no pudo ser. Para la próxima.

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