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Ser cura no es tan aburrido

Abro la puerta del pequeño patio que da la Iglesia a las 9:10. Debo celebrar la Misa de 10:00. Barro las hojas, bolsas y basuras. Mientras riego los tiestos llegan algunos vecinos:
N1…. me devuelve el papel que le di el jueves para que fuera a «Dentistas sin fronteras»,
-¡Está cerrado hasta septiembre, cura!
-Lo siento, no lo sabía. Tendrás que esperar hasta septiembre.
-¡Dame unos euros para tabaco!
-N2…: -Padre, no tenga nada para desayunar ni para dar a mis hijos, dame algo para comprar.
-Yo tampoco tengo dinero. Quédate a la Misa a ver si del cestillo te puedo dar algo.
-¡Yo no quiero misas! ¡No soy de iglesia!… vendré cuando termine.
-N3…: Es una anciana casi ciega.
-A ver, yo venía a que alguien me ayude a rellenar este papel. ¡Lo he hecho yo tres veces y no me lo aceptan en la oficina!
-Pues no hay nadie y yo voy a decir la Misa, me queda un cuarto de hora.
-Venga, padre, que le da tiempo. Se lo pido por Dios.
-Pero, ¿No se lo hacen en la oficina municipal?
-¡No! Y yo no veo ni entiendo: es para una solicitud de minusvalía.
-Pase, le atiendo.
Abro la Iglesia, llegan los feligreses. Celebro.
¡Ser cura no es tan aburrido!

Ata (Atanasio Serano, sdb, en su Facebook)

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